10 de noviembre de 2024

Los violentos acontecimientos en Haití ratifican que el presidente Luis Abinader estaba entre los que tenían una visión más clara sobre las condiciones explosivas de ese país y su impacto aquí al disponer la construcción del muro fronterizo, decisión que en principio algunos sectores, entre los que figuran aliados del mandatario, cuestionaron al verla como una concesión a grupos conservadores o un gasto irracional.

Se entendía que era más factible y humano para controlar la migración y el contrabando la utilización de los 1,750 millones de pesos presupuestados para la verja en la ejecución de obras para el desarrollo de las comunidades a ambos lados de la franja.

Con el asesinato el 7 de julio de 2021 del presidente Jovenel Moïse asomó el primer signo de alarma sobre la magnitud de la crisis que germinaba en Haití. Desde ese día el caos, la violencia y la crisis de autoridad, con su consecuente efecto en el deterioro en la alimentación, los servicios sanitarios y otros, han estado de mal en peor. Al tanto del curso que presagiaba la atmósfera, Abinader comenzó a llamar la atención de la comunidad internacional sobre la necesidad de enfrentar una crisis que anticipaba el rumbo que ha tomado.

La desidia llevó a Abinader a plantarse al advertir que República Dominicana no será la solución a la inseguridad, la violencia, la crisis alimentaria y de servicios de salud, de la vecina nación. A pesar del malestar que generó, no deja de ser harina de otro costal la puñalada trapera de las autoridades haitiana con la construcción de un canal en el río Masacre en violación de acuerdos bilaterales, poniendo casi al borde de la ruptura las relaciones entre los dos países porque por aquí hubo que tomar medidas enérgicas, torpedeadas por algunos sectores en defensa más de intereses que de principios, para reclamar respeto a la soberanía nacional.

Con la crisis incrementada en Haití por la irrupción de pandillas que ya disputan el poder hay que pensar en lo que hubiera sido la emigración de haitianos a República Dominicana si el presidente Abinader no hubiera ordenado ese muro de 170 kilometros de longitud. Si con la obra y el blindaje militar los haitianos se las arreglan para cruzar a este lado, e incluso, según las propias autoridades, hasta para trasladar ganado de manera clandestina, la verdad es entonces que los ilegales haitianos no cabrían en el territorio.

Los acontecimientos en Haití indican que la visión de Abinader sobre la magnitud de la crisis en la vecina nación al disponer la construcción del muro fronterizo estaba más allá de las narices de quienes, con más idealismo o algún tipo de interés que conocimiento, se oponían a la obra. Si cabe algún reconocimiento es justo que se le haga.

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